Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 13 de enero de 2018
COMO EL MAR...
Job 7:12
"¿Soy yo el mar, o un monstruo marino,
Para que me pongas guarda?"
Esta fue una pregunta extraña de Job, al pedirle explicaciones al Señor. Se sentía demasiado insignificante para ser tan estrictamente observado y castigado. La investigación fue natural de alguien rodeado de tales miserias insoportables, pero después de todo, es capaz de una respuesta muy humilde. Es cierto que el hombre no es el mar, pero es aún más problemático e ingobernable. El mar respeta su límite, y aunque no sea más que un cinturón de arena, no sobrepasa el límite. Poderoso como es, hasta ahora oye lo divino, y cuando más enfurece con la tempestad respeta la palabra; pero el hombre obstinado desafía el cielo y oprime a la tierra, y esta ira rebelde no tiene fin.
El mar, obediente a la luna, fluye con una regularidad incesante, y por lo tanto hace una obediencia tanto activa como pasiva; pero el hombre, inquieto más allá de su esfera, duerme dentro de las líneas del deber, indolente donde debería estar activo. No irá ni obedecerá el mandato divino, sino que prefiere hacer lo que no debe, y dejar de lado lo que se le exige. Cada gota en el océano, cada burbuja y cada caparazón y guijarro, sienten el poder de la ley, y ceden o se mueven a la vez. ¡Oh, que nuestra naturaleza no fuera más que una milésima parte tan conforme a la voluntad de Dios! Llamamos al mar voluble y falso, ¡pero qué constante es! Desde los días de nuestros padres, y el tiempo anterior a ellos, el mar está donde estaba, golpeando en los mismos acantilados en la misma sintonía; sabemos dónde encontrarlo, no abandona su lecho, y no cambia pero, ¿dónde está el hombre vanidoso? ¿Puede el sabio adivinar por qué locura será seducido con su obediencia?
Necesitamos más vigilancia que el mar ondulante, y somos mucho más rebeldes. Señor, guárdanos para tu propia gloria. Que seamos obedientes y dóciles a tu voz. Amén.
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