martes, 23 de enero de 2018

UNA PETICIÓN SINCERA




Salmos 26:9
"No arrebates con los pecadores mi alma,
Ni mi vida con hombres sanguinarios..."


El temor hizo que David orara así, porque algo susurró: "Tal vez, después de todo, tú puedas ser reunido con los malvados". Ese miedo, aunque estropeado por la incredulidad, surge, en general, de la santa ansiedad, que surge del recuerdo del pecado pasado. Incluso el indultado preguntará: "¿Qué pasaría si al final mis pecados fueran recordados, y me dejaran fuera del catálogo de los salvos?" 



Recuerda su infructuosidad presente: tan poca gracia, tan poco amor, tan poca santidad, y mirando hacia el futuro, considera su debilidad y las muchas tentaciones que lo acosan, y teme que pueda caer y convertirse en presa del enemigo Una sensación de pecado y presente mal, y sus corrupciones prevalecientes, lo obligan a orar, con temor y temblor, "No juntes mi alma con los pecadores". Lector, si has dicho esta oración, y si tu persona sientes que está correctamente descrita en el Salmo del que hablamos hoy, no debes temer que tengas el destino de los que no creen. ¿Tienes las dos virtudes que tenía David: el andar en integridad y la confianza interior en el Señor? ¿Estás descansando sobre el sacrificio de Cristo, y puedes acercar el altar de Dios con humilde esperanza? 

Si es así, ten por seguro, con los malvados nunca serás reunido, porque esa calamidad es imposible. "Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas recoged el trigo en mi granero" dijo Cristo en la parábola. Si, entonces, eres como el pueblo de Dios, estarás con el pueblo de Dios. No puedes reunirte con los malvados porque eres redimido por la sangre de Cristo, tú eres suyo para siempre, y donde Él está, allí debe estar su pueblo. 

Eres amado demasiado como para ser expulsado con réprobos. ¿Perecerá alguien querido por Cristo? ¡Imposible! ¡El Infierno no puede abrazarte! ¡El cielo te reclama! ¡Confía en Cristo, arrepiéntete y no temas!

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