Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 17 de enero de 2018
SEGUIRLO CON FE
Juan 10:27
"Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen."
Debemos seguir a nuestro Señor tan sin vacilación como las ovejas siguen a su pastor, porque Él tiene el derecho de llevarnos a donde Él quiera. No somos nuestros, somos comprados por un precio; reconozcamos los derechos de la sangre redentora.
El soldado sigue a su capitán, el sirviente obedece a su amo, y mucho más debemos seguir a nuestro Redentor, para quien somos una posesión comprada. No somos fieles a nuestra profesión de ser cristianos si cuestionamos las órdenes de nuestro Líder y Comandante. A menudo, nuestro Señor puede decirnos como a Pedro: "¿Qué es eso para ti? Sígueme". Dondequiera que Jesús nos guíe, Él va delante de nosotros. Si no sabemos a dónde vamos, sabemos con quién nos dirigimos. Con tal acompañante, ¿quién temerá los peligros del camino? El viaje puede ser largo, pero sus brazos eternos nos llevarán hasta el final.
La presencia de Jesús es la garantía de la salvación eterna, porque Él vive, y por ello nosotros también viviremos. Debemos seguir a Cristo con sencillez y fe, porque los caminos en los que nos conduce a todos terminan en gloria e inmortalidad. Es cierto que pueden no ser senderos sencillos: pueden ser cubiertos con pruebas agudas y filosas, pero conducen a la "ciudad que tiene fundamentos, cuyo constructor y creador es Dios". "Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad para los que guardan su pacto". Confiemos plenamente en nuestro Líder, ya que sabemos que, venga la prosperidad o la adversidad, la enfermedad o la salud, la popularidad o el desprecio, se elaborará su propósito, y ese propósito será puro, inmejorable, bueno para cada heredero de misericordia.
Encontraremos dulce subir el lado sombrío de la colina con Cristo; y cuando la lluvia y la nieve nos golpeen en la cara, su querido amor nos hará mucho más bendecidos que aquellos que se sientan en casa y se calientan las manos ante el fuego del mundo. A la cima de la montaña, a las guaridas de los leones, o a las colinas de leopardos, seguiremos a nuestro Amado. Precioso Jesús, sácanos y correremos detrás de ti.
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