lunes, 5 de febrero de 2018

DESDE LOS CIELOS...



Salmos 33:13
"Desde los cielos miró Jehová;
Vio a todos los hijos de los hombres;"


Tal vez ninguna figura del lenguaje representa a Dios en una luz más misericordiosa que cuando se habla de Él al bajarse de su trono y al descender del cielo para atender las necesidades y contemplar los infortunios de la humanidad. Lo amamos quienes entendemos que cuando Sodoma y Gomorra estaban llenas de iniquidad, no destruiría esas ciudades hasta que las visitara personalmente. 


No podemos evitar derramar nuestro corazón en afecto por nuestro Señor, que inclina su oído de la más alta gloria, y lo pone al borde del pecador moribundo, cuyo corazón decaído anhela la reconciliación. ¿Cómo podemos sino amarlo cuando sabemos que Él numera los cabellos de nuestras cabezas, marca nuestro camino y ordena nuestros caminos? 

Especialmente esta gran verdad se acerca a nuestro corazón, cuando recordamos cuán atento está, no solo a los intereses temporales de sus criaturas, sino a sus preocupaciones espirituales. Aunque se encuentran leguas de distancia entre la criatura finita y el Creador infinito, hay enlaces que unen a ambos. Cuando una lágrima sea derramada por ti, no pienses que Dios no contempla; porque, "Como el padre se compadece de sus hijos, así el Señor se compadece de los que le temen". Tu suspiro puede mover el corazón de Jehová; tu susurro puede inclinar su oído hacia ti; tu oración puede detener su mano; tu fe puede mover su brazo. No pienses que Dios se sienta en lo alto sin tomarte en cuenta...

Recuerda que por muy pobre y necesitado que seas, el Señor piensa en ti. Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para mostrarse fuertes en favor de aquellos cuyo corazón es perfecto para con Él.
 

Ningún dios es como el Dios que mi alma desea; Él, a cuya voz el cielo tiembla, incluso Él, tan grande como es, sabe cómo inclinarse para escucharme. ¡Bendito amor de Dios!

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