martes, 20 de febrero de 2018

EL QUE CREYERE Y FUERE BAUTIZADO...



Marcos 16:16
"El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."


Un misionero preguntó a los habitantes de una isla cómo creían que debía salvarse un hombre. Un anciano respondió: "Seremos salvos si nos arrepentimos, y abandonamos nuestros pecados, y nos volvemos a Dios". "Sí", dijo una mujer de mediana edad, "y con un corazón sincero también". "Sí", se unió  un tercero, "y con oración"; y, agregó un cuarto, "debe ser la oración del corazón". "Y debemos ser diligentes también", dijo un quinto, "en guardar los mandamientos" dijo otro. Por lo tanto, cada uno había contribuido con su opinión, sintiendo que se había inventado un credo muy decente, todos miraban y escuchaban la aprobación del misionero, pero habían despertado su más profunda piedad. 


La mente carnal siempre traza un camino por el cual el "yo" puede trabajar y hacerse grande, pero el camino del Señor es todo lo contrario. Creer y ser bautizado no son motivos de mérito para gloriarse: son tan simples que  excluyen la jactancia, y la gracia de Dios se lleva las palmas. Puede ser que el lector no haya sido salvo, ¿cuál es el motivo? ¿Crees que el camino de la salvación como se establece en el texto es dudoso? ¿Cómo puede ser eso cuando Dios ha prometido su propia palabra para su certeza? ¿Lo crees demasiado fácil? ¿Por qué, entonces, no lo atienden algunos? 

Yo también me negué a creerlo, al principio. No podía ser tan "fácil". Es que la verdad es que es fácil para nosotros, pero no fue fácil para Cristo. Creer es simplemente confiar, depender, confiar en Cristo Jesús. Ser bautizado es someterse a la ordenanza que nuestro Señor cumplió en el Jordán, a la que los convertidos se sometieron en Pentecostés, a la que el carcelero rindió obediencia la misma noche de su conversión. 

La señal exterior no salva, pero nos muestra nuestra muerte, sepultura y resurrección con Jesús, y, como la Cena del Señor, no debe descuidarse. Lector, ¿tú crees en Jesús? Entonces, querido amigo, descarta tus miedos, serás salvo. Si aún eres un incrédulo, entonces recuerda que no hay más que una puerta, es Cristo y es la única forma de llegar al Padre. No hay otra.

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