Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 3 de febrero de 2018
PUEBLO SALVADO POR EL SEÑOR
Deuteronomio 33:29
"Bienaventurado tú, oh Israel.
¿Quién como tú,
Pueblo salvo por Jehová,
Escudo de tu socorro,
Y espada de tu triunfo?
Así que tus enemigos serán humillados,
Y tú hollarás sobre sus alturas."
El que afirma que el cristianismo hace a los hombres miserables, no conoce mucho al Dios de la Biblia. El cristianismo nos hace hijos de Dios, nos hace tener una esperanza de que esta vida no lo es todo. Si nos toca sufrir por un tiempo acá, eso se acabará. Supongamos que a los incrédulos les va bien, y a algunos creyentes les toca sufrir mucho... ¿Eso nos hará dudar? ¿El pecador, que no tiene parte en Cristo, se llama a sí mismo rico en felicidad, y nos vamos a lamentar como si fuéramos mendigos sin un centavo?
No, nos regocijaremos en el Señor siempre, y nos gloriaremos en nuestra herencia, porque "no hemos recibido el espíritu de esclavitud nuevamente para temer, pero hemos recibido el espíritu de adopción por el cual clamamos, Abba, Padre". La vara del castigo debe descansar sobre nosotros en nuestra medida, pero nos da los frutos confortables de la justicia; y por lo tanto, con la ayuda del Consolador divino, nosotros, el "pueblo salvo del Señor", nos alegraremos en el Dios de nuestra salvación.
Estamos casados con Cristo; ¿y nuestro gran Novio permitirá que su cónyuge permanezca en constante dolor? Nuestros corazones están unidos a Él: somos sus miembros, y aunque por un tiempo podemos sufrir como nuestra Cabeza una vez sufrió, sin embargo, ahora incluso somos bendecidos con bendiciones celestiales en Él. Tenemos el fervor de nuestra herencia en las comodidades del Espíritu, que no son pocas ni pequeñas. Herederos de la alegría para siempre, tenemos un anticipo de nuestra porción. Hay rayos de luz de la alegría que anuncian nuestro eterno amanecer. Nuestras riquezas están más allá del mar; nuestra ciudad con cimientos firmes se encuentra del otro lado del río.
Los destellos de gloria del mundo espiritual animan nuestros corazones y nos instan a seguir adelante. Verdaderamente se dice de nosotros: "Bienaventurado eres, oh Israel, ¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor?"
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