miércoles, 23 de mayo de 2018

COMO LÁZARO...



Juan 12:2
"Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con Él."


Hay momentos para cada propósito, y cada uno es hermoso si se sabe entender. Sentarme con Jesús, escuchar sus palabras, presenciar sus actos y recibir sus sonrisas, fue tal el favor que debió haber hecho a Lázaro tan feliz como los ángeles. Cuando ha sido nuestro placer deleitarnos con nuestro Amado en su sala de banquetes, no habríamos dado un suspiro por todos los reinos del mundo, si tanto aliento los hubiera podido comprar.
Él debe ser imitado. Hubiera sido algo extraño si Lázaro no hubiera estado en la mesa donde estaba Jesús. Para el resucitado estar ausente cuando el Señor que le dio la vida estaba en su casa, habría sido ingrato...


Nosotros también estábamos una vez muertos, sí, y como Lázaro apestando en la tumba del pecado; Jesús nos crió, y por su vida vivimos, ¿podemos estar contentos de vivir lejos de Él? ¿Omitimos recordarlo en su mesa, donde se digna festejar con sus hermanos? ¡Oh, esto es cruel! Nos corresponde arrepentirnos y hacer lo que nos ha ordenado, porque su menor deseo debería ser ley para nosotros. El hecho de haber vivido sin relación estrecha con uno de los cuales los judíos dijeron: "He aquí cómo lo amaba" habría sido una vergüenza para Lázaro; ¿Es excusable en nosotros a quien Jesús amó con un amor eterno? 

Haber sido frío con el que lloró sobre su cadáver sin vida, habría argumentado gran brutalidad en Lázaro. ¿Qué excusa podemos tener nosotros sobre quién el Salvador no solo ha llorado, sino también sangrado? 

Vengan, hermanos, que lean esta porción, volvamos a nuestro Esposo celestial, y pidamos su Espíritu para que podamos estar en términos de una intimidad más cercana con Él, y de ahora en adelante sentarnos a la mesa con Él. ¡Siempre, hasta que venga por nosotros!

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