jueves, 24 de mayo de 2018

JACOB Y CRISTO



Oseas 12:12
"Pero Jacob huyó a tierra de Aram, Israel sirvió para adquirir mujer, y por adquirir mujer fue pastor."


Jacob, mientras protestaba con Labán, describe así su propio trabajo: "
Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos.

Aún más difícil que esto fue la vida de nuestro Salvador aquí en la tierra. Cuidó de todas sus ovejas: "De todos los que me diste, no perdí ninguno". Su cabello estaba mojado con rocío y sus cabellos con las gotas de la noche. El sueño desapareció de sus ojos, porque toda la noche estaba intercediendo en oración por su gente. Ningún pastor sentado bajo los cielos fríos, mirando hacia las estrellas, podría pronunciar tales quejas debido a la dureza de su trabajo como Jesucristo hubiera podido, si hubiera elegido hacerlo. "Las montañas frías y el aire de medianoche, fueron testigos del fervor de su oración, del desierto que conocieron sus tentaciones, de su conflicto y de su victoria también".

Es dulce detenerse en el paralelo espiritual de Labán, habiendo depositado todas sus ovejas en las manos de Jacob. ¿No fue el trabajo de Jesús para su Iglesia el trabajo de alguien que estaba bajo la obligación de llevar a cada creyente a la mano de aquel que los había confiado a su cargo? 


Considera el trabajo duro de Jacob, y ve una representación de Cristo en él: "Él apacentará su rebaño como un pastor".

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