miércoles, 30 de mayo de 2018

LIBERTAD A LOS CAUTIVOS



Lucas 4:18
"El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;"


Nadie más que Jesús puede dar liberación a los cautivos. La verdadera libertad proviene de Él solamente. Es una libertad otorgada con justicia; porque el Hijo, que es el Heredero de todas las cosas, tiene derecho a hacer libres a los hombres. 


Los santos honran la justicia de Dios, que ahora asegura su salvación. Es una libertad que ha sido cariñosamente comprada. Cristo lo habla por su poder, pero lo compró por su sangre. Él te hace libre, pero es por sus propios vínculos. Fuiste libre, porque Él cargó con tu carga por ti; fuiste puesto en libertad, porque Él ha sufrido en tu lugar. Pero, aunque caro, lo da libremente. Jesús no pide nada de nosotros como preparación para esta libertad. Nos encuentra sentados en cilicio y cenizas, y nos pide que nos vistamos con la bella gama de libertad; Él nos salva tal como somos, y todo sin nuestra ayuda o mérito. Cuando Jesús libera, la libertad está perpetuamente ligada; ninguna cadena puede unirse de nuevo. Deja que el Maestro te diga: "Cautivo, te he salvado", y ésto es un hecho para siempre. Satanás puede conspirar para esclavizarnos, pero si el Señor está de nuestro lado, ¿a quién le tememos? 

El mundo, con sus tentaciones, puede tratar de atraparnos, pero es más poderoso el que está con nosotros que todos los que están en contra de nosotros. Las maquinaciones de nuestros propios corazones engañadores pueden hostigarnos y molestarnos, pero el que ha comenzado el buen trabajo en nosotros lo continuará y perfeccionará hasta el final. Los enemigos de Dios y los enemigos del hombre pueden juntar a sus huestes, y venir con furia concentrada contra nosotros, pero si Dios absuelve, ¿quién es el que condenará? No más libre es el águila que se monta en su águila rocosa, y luego supera a las nubes, que el alma que Cristo ha librado. 

Si ya no estamos bajo la ley, sino libres de su maldición, permitamos que nuestra libertad se muestre prácticamente en nuestro servicio a Dios con gratitud y deleite. "Yo soy tu siervo, y el hijo de tu sierva; has soltado mis ataduras". "Señor, ¿qué quieres que haga?"

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