Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 10 de mayo de 2018
SOMOS DE ÉL
Deuteronomio 32:9
"Porque la porción de Jehová es su pueblo;
Jacob la heredad que le tocó."
¿Por qué? Por su propia elección soberana. Él los escogió y les puso su amor. Esto lo hizo completamente aparte de cualquier bondad en ellos en el momento, o cualquier bondad que Él previó en ellos. Él tuvo misericordia de quien tendría misericordia, y ordenó una compañía elegida para la vida eterna; por lo tanto son suyos por su elección sin restricciones.
No son solo suyos por elección, sino por compra. Él los ha comprado y pagado por ellos hasta el último centavo, por lo tanto, sobre su título no puede haber disputa. No con cosas corruptibles, como con plata y oro, sino con la preciosa sangre del Señor Jesucristo, la porción del Señor ha sido completamente redimida. No hay hipoteca sobre su patrimonio; no se pueden presentar demandas por parte de los demandantes opuestos, el precio se pagó en audiencia pública, y la Iglesia es el dominio absoluto del Señor para siempre. Ve la marca de sangre sobre todos los elegidos, invisible para el ojo humano, pero conocida por Cristo, porque "el Señor conoce a los que son suyos"; Él no olvida a ninguno de los que ha redimido de entre los hombres; cuenta las ovejas por las cuales dio su vida, y recuerda bien la Iglesia por la cual se entregó a sí mismo.
También son suyos por conquista. ¡Qué batalla tuvo en nosotros antes de que nos ganaran! ¡Cuánto tiempo asedió nuestros corazones! ¡Cuán a menudo nos envió términos de capitulación! pero cerramos nuestras puertas y cerramos nuestras murallas contra Él. ¿No recordamos esa hora gloriosa en que cargó nuestros corazones por la tormenta? ¿Cuándo colocó su cruz contra la pared y escaló nuestras murallas, plantando en nuestras fortalezas la bandera roja de sangre de su misericordia omnipotente?
Así elegidos, comprados y sometidos, los derechos de nuestro divino poseedor son inalienables: nos regocijamos de que nunca podemos ser nuestros; y deseamos, día tras día, hacer su voluntad y mostrar su gloria.
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