Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 18 de julio de 2018
EL MAR YA NO EXISTÍA MÁS
Apocalipsis 21:1
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más."
Apenas podríamos alegrarnos ante la idea de perder el glorioso océano antiguo: los cielos nuevos y la nueva tierra no son lo más "justos" para nuestra imaginación. Si, de hecho, ya no existirá un mar, con sus olas relucientes y exuberantes costas ¿No es el texto para ser leído como una metáfora, teñida con el prejuicio con el que la mente oriental universalmente consideraba el mar en los tiempos antiguos? Un mundo físico real sin un mar es triste de imaginar, sería un anillo de hierro sin el zafiro lo que lo hizo precioso. Debe haber un significado espiritual aquí.
En la nueva dispensación no habrá división: el mar separa a las naciones y separa a las personas unas de otras. Para Juan en Patmos, las aguas profundas eran como muros de prisión, que lo excluían de sus hermanos y su obra: no habrá tales barreras en el mundo por venir. Las ligas de ondulantes olas se extienden entre nosotros y muchos parientes a quienes recordamos en oración de vez en cuando, pero en el mundo brillante al que vamos, habrá una fraternidad ininterrumpida para toda la familia redimida. En este sentido, no habrá más mar.
El mar es el emblema del cambio; con sus flujos y reflujos, su suavidad vidriosa y sus ondulaciones montañosas, sus suaves murmullos y sus rugidos tumultuosos, nunca es el mismo. Esclavo de los vientos volubles y la luna cambiante, su inestabilidad es proverbial. En este estado mortal, tenemos mucho de esto; la tierra es constante solo en su inconstancia, pero en el estado celestial todo cambio lúgubre será desconocido, y con él todo temor a la tormenta arruinará nuestras esperanzas y ahogará nuestras alegrías.
Ninguna tempestad aúlla a lo largo de las pacíficas costas del paraíso. ¡Pronto llegaremos a esa tierra feliz donde las despedidas, los cambios y las tormentas terminarán! Jesús nos dejará allí. ¿Estamos en Él o no? Esta es la gran pregunta.
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