Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 3 de julio de 2018
INMUTABLE
Habacuc 3:6
"Se levantó, y midió la tierra;
Miró, e hizo temblar las gentes;
Los montes antiguos fueron desmenuzados,
Los collados antiguos se humillaron.
Sus caminos son eternos."
Lo que ha hecho en un momento, lo hará una vez más. Los caminos del hombre son variables, pero los caminos de Dios son eternos. Hay muchas razones para esta verdad tan reconfortante: entre ellas están las siguientes: los caminos del Señor son el resultado de una sabia deliberación; Él ordena todas las cosas según el consejo de su propia voluntad. La acción humana es con frecuencia el resultado precipitado de la pasión o el miedo, y es seguida por arrepentimiento y alteración; pero nada puede tomar al Todopoderoso por sorpresa, o suceder de otra manera de lo que Él había previsto. Sus caminos son la consecuencia de un carácter inmutable, y en ellos se pueden ver claramente los atributos fijos y establecidos de Dios.
A menos que el Eterno Uno pueda experimentar cambios, sus caminos, que son Él mismo en acción, deben permanecer para siempre iguales. ¿Es Él eternamente justo, misericordioso, fiel, sabio, tierno? Entonces sus caminos siempre deben distinguirse por las mismas excelencias. Los seres actúan según su naturaleza: cuando esas naturalezas cambian, su conducta también varía; pero como Dios no puede conocer la sombra de variación, sus caminos permanecerán eternamente iguales. Además, no hay razón desde afuera que pueda revertir los caminos divinos, ya que son la encarnación del poder irresistible.
El profeta dice que la tierra es hendida por los ríos, las montañas tiemblan, la profundidad levanta sus manos, y el sol y la luna se detienen, cuando Jehová marcha para la salvación de su pueblo. ¿Quién puede detener su mano, o decirle: ¿Qué haces? Pero no es solo el poder lo que da estabilidad; Los caminos de Dios son la manifestación de los principios eternos del derecho, y por lo tanto nunca pueden pasar. El mal cría la decadencia e implica la ruina, pero lo verdadero y lo bueno tiene a su alrededor una vitalidad que las edades no pueden disminuir.
Esta mañana vayamos con confianza a nuestro Padre celestial, recordando que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre, y que en Él, el Señor siempre es misericordioso con su pueblo.
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