jueves, 12 de agosto de 2021

SAÚL, EL PRIMER REY DE ISRAEL


 

1 Samuel 9:15-17

"Un día antes de que Saúl llegara, el Señor le había hecho esta revelación a Samuel: 

«Mañana, a esta hora, te voy a enviar un hombre de la tierra de Benjamín. Lo ungirás como gobernante de mi pueblo Israel, para que lo libre del poder de los filisteos. Me he compadecido de mi pueblo, pues sus gritos de angustia han llegado hasta mí». 

Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: «Ahí tienes al hombre de quien te hablé; él gobernará a mi pueblo»."


Nos vamos adentrando en la selección del Rey que tanto pedía el pueblo de Israel. A pesar que Dios le dice a Samuel que es un acto de rechazo a Él, aún así seguimos viendo su amor y misericordia. Él le dice a Samuel el tipo de hombre que sería el candidato idóneo para gobernar al pueblo. Su mirada se posa en Saúl, que vemos al principio del capítulo que era "un hombre muy respetado", además de apuesto y muy alto. Dios selecciona, Dios le da la oportunidad.


Saúl comienza muy bien a gobernar. El pueblo lo respeta y con las primeras victorias en batalla lo reconoce como su absoluto monarca. Sin embargo, como veremos más adelante... la posición y la responsabilidad que conlleva pueden con Saúl, quien termina desobedeciendo a Dios, y posteriormente intenta hacer cosas muy feas con David, al ver que él ya no era idóneo para ejercer el cargo de Rey.


Veamos esta situación en nuestra vida. Tengamos cuidado de no perder de vista a Dios y el propósito a largo plazo de nuestra vida, debido a un cargo terrenal temporal. Es muy fácil para nosotros desviarnos cuando tenemos más recursos, más responsabilidad, más "fama", etc. Que nuestro corazón siga rendido a Dios, no importando el cargo que ocupemos en la tierra. Esto es algo sumamente difícil, tan difícil que a veces es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja... pero no imposible si nos mantenemos fieles y rendidos al Señor.


Oración: Padre, que nunca pierda de vista mi propósito eterno. Que nunca mi corazón deje de estar rendido a tí ni de adorarte con cada acto de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.

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