Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 5 de marzo de 2014
AQUELLA NOCHE DE AMOR...
Marcos 14.33
"Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y angustiarse."
¡Qué escena la siguiente!: Jesús está afligido, está angustiado, está quebrantado. ¿Jesús suplicando? Sí, lo vemos allí al Señor, el Creador de Todo, revestido más que de santidad, de humanidad.
«Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente» (Hebreos 5.7).
Está a punto de cargar con el pecado del mundo. De recibir el castigo (justo para nosotros) de cada falta. La paga del pecado es muerte dice la Biblia, y si nosotros llegamos a alcanzar la vida eterna es únicamente porque Cristo tomo para sí mismo la muerte que tú y yo merecíamos.
La próxima vez que te sorprenda la neblina, harás bien en recordar a Jesús en el huerto. La próxima vez que pienses que el mundo se te viene encima y nadie puede comprenderte, recuerda que el que sudó sangre por la aflicción fue Él.
La próxima vez que pienses que nadie te entiende, relee el capítulo 14 de Marcos. La próxima vez que la autocompasión te convenza de que a nadie le importas, visita el Getsemaní.
Y la próxima vez que te preguntes si es cierto que Dios percibe el dolor que prevalece en este planeta lleno de injusticias y de maldad, escúchalo suplicando entre los árboles retorcidos aquella fría noche de pascua judía. Lo único que lo sostuvo fue visualizarte alabando a Dios, disfrutando de la vida eterna. Lo que lo sostuvo fue su inmenso amor por tí.
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