Salmo 37.4
"Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones de tu corazón."
Cuando nos sometemos a los planes de Dios al punto de querer para nuestra vida lo mismo que Él quiere, podemos confiar en nuestros deseos más profundos del corazón. La tarea que se nos encomienda se encuentra tanto en el plan de Dios para nosotros como nuestros deleites. Cuando nos entregamos a Dios para amarle y servirle, las siguientes preguntas se contestan y nos sirven para agradar a Dios y también sentirnos plenos y útiles:
¿Qué te gusta hacer?
¿Qué te produce gozo?
¿Qué te brinda satisfacción?
¿Qué te gusta hacer?
¿Qué te produce gozo?
¿Qué te brinda satisfacción?
Por ejemplo: Algunos anhelan alimentar a los pobres. Otros gozan con ser líderes en la iglesia. Cada uno de nosotros ha sido hecho para servir a Dios en una forma única.
Los anhelos de tu corazón, pues, no son casualidades o simples caprichos cuando rindes tu voluntad al Señor; son talentos que Él puede usar para bendecir a otros. Los deseos de tu corazón no deben ser desechados; deben ser consultados a Dios. ¿Por qué? Porque así como el viento hace girar la veleta que marca las condiciones atmosféricas, así Dios usa tus pasiones para hacer girar tu vida en torno a Él.
En conclusión, Dios es demasiado bueno para pedirte que hagas algo que te disgusta. ¿No es eso maravilloso?
Oración: Señor, gracias porque sé que Tú me utilizarás para bendecir a otros en lo que me gusta. Me has dado talentos y dones para ponerlos por obra y al mismo tiempo cumplir con los planes que tienes para mi vida. En el nombre de Jesús, gracias por amarme y utilizarme. Amén.
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