Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
domingo, 16 de marzo de 2014
MARTA Y MARÍA
Lucas 10.40
«Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola?»
La vida de Marta estaba complicada y necesitaba una tregua. Se desvivía por hacer. Por merecer. Por demostrar. «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas», le respondió el Maestro.
«Sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte» (Lucas 10.41–42).
Es necesario entonces preguntarnos y entender: ¿Qué había escogido María? Había escogido sentarse a los pies de Cristo.
De la historia de Marta y María nos queda claro esto:
Dios se complace más con la entera y quieta atención de un sirviente sincero, que del bullicioso servicio de un amargado.
Más que el tipo de servicio, le importa el corazón del que sirve. Una actitud incorrecta echa a perder la ofrenda que dejamos en el altar de Dios. Que Él nos ayude a agradarle con un servicio que más que servir para demostrar o alardear, sirva para derramar agradecimiento por lo que Él hizo y es.
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