La próxima vez que te sientas abrumado por un mal día, examina tu perspectiva con tres preguntas:
1) ¿De qué me siento culpable?
2) ¿Qué me tiene preocupado(a)?
3) ¿Cuál es mi motivación en la vida?
Reflexiona en tus respuestas y recuerda:
El ayer... perdonado.
El mañana... ofrendado.
El hoy... despejado.
El designio de Jesús para un buen día tiene mucho sentido. Su gracia borra la culpa. Su cuidado quita el temor. Su dirección elimina la confusión.
Extracto del libro "Gran Día cada día"
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