Salmo 139:14
"Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras"
En todo el Salmo 139, David describe a Dios cuando formaba su pequeño cuerpo en la oscuridad del vientre de su madre. El Señor lo amaba antes de que siquiera existiera. Así como lo hace con cada uno de nosotros y de nuestros hijos.
Dios diseñó la persona que David iba a ser y la hizo existir según el plan que había preestablecido. En este salmo, el escritor empleó la curiosa metáfora de un diario donde el Señor, en primer lugar, escribió Su plan y luego lo cristalizó mediante la obra de Sus manos llevada a cabo en el vientre:
«Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas obras que fueron luego formadas» (v. 16).
«Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas obras que fueron luego formadas» (v. 16).
Dicho de otro modo, el amor del Padre celestial formó a David y lo convirtió en una creación única. Fue el producto del corazón y de la mano inventiva de Dios. Esta misma verdad se aplica a ti. Tú eres especial, y hecho por la misma mano de Dios con un propósito bien definido.
Ante esta realidad, debemos tener una actitud en favor de la vida en el sentido más puro que pueda existir. Debemos respetar y valorar la vida de todo ser humano: los nacidos y los que aún están en el vientre de la madre; los niños preciosos y los ancianos cansados; los ejecutivos acaudalados y los financieramente desposeídos. Cada persona es un producto exclusivo del genio de nuestro Creador.
Junto con David, exclamemos: «Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras» (139:14).
Toda vida es creada por Dios y está autografiada por Él.
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