Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
viernes, 14 de marzo de 2014
UNA CARTA DE ALEGRÍA
Filipenses 4.4
"Gozaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!"
Viajemos en el tiempo y retrocedamos un par de miles de años. Vamos a Roma, a una celda abandonada, en una estructura rodeada de muros altísimos. Vemos que adentro está un hombre sentado en el piso. Es un señor de edad avanzada, se nota cansado, tiene los hombros encorvados y casi no tiene pelo ya en la cabeza. Además de sus manos y pies cuelgan unas gruesas y pesadas cadenas...
¿Ya sabes quién es? Es el apóstol Pablo… El hombre que durante mucho tiempo estaba en contra de los que hablaban sobre Jesús. El que tuvo un encuentro personal con Él y dedicó el resto de su vida a proclamarlo. El que estaba sujeto solo a la voluntad de Dios está ahora en cadenas, confinado a una sucia vivienda bajo la vigilancia de un soldado romano…
Está escribiendo una carta. ¿Sobre qué podrá ser? Si fuera yo el que la escribiera seguramente sería una carta en que se queja a Dios. O podría ser una lista de agravios… Tiene más que motivos de estar amargado y triste y con pesar...
Pero no lo está. Al contrario, está escribiendo una carta que dos mil años después se conoce aún como un tratado sobre el gozo: la carta a los filipenses…
El hombre con miles de razones para estar dolido, sólo encuentra miles de razones para estar agradecido y contento. Todos conocemos Filipenses 4:13 de memoria, pero... ¿Qué dice antes y después?
Son 4 capítulos sobre el gozo y el contentamiento ¿Dedicamos algún tiempo para leerla hoy?
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