sábado, 10 de mayo de 2014

AMIGOS



Señor, ¿te he dado gracias últimamente por mis amigos?

Me has bendecido mucho con el círculo de personas que me sostiene cuerdo. Sinceramente, creo que me hubiera vuelto loco si no hubiera tenido personas con quienes intercambiar ideas, hablar en la mesa, que me señalaran mis necedades, que me animen cuando tengo la razón pero soy demasiado tímido, que me hagan sentir que pertenezco, que me ayuden a salir de un apuro, que me expliquen las cosas, me den consejo, y que en general conviertan mis buenos momentos en momentos maravillosos.

Cuando pienso en las amadas personas que tú has traído a mi vida, puedo entender de qué hablaba el salmista cuando expresó su alegría no sólo por él mismo sino también por las personas a las que amaba: “Entonces nuestra boca se llenó de risa y nuestra lengua de alabanza” (Salmo 126:2). Señor, tú creaste la risa como una actividad humana asombrosamente curativa. Mis amigos me ayudan a aligerarme y a no tomarme tan en serio; me dan una visión de mis luchas, comparten conmigo las cosas que han aprendido, y me ayudan cuando estoy en un problema.

No quiero ser sólo uno que recibe. ¿Cómo les puedo demostrar a las personas que me rodean lo mucho que ellas significan para mí? Te ruego que me permitas darles a otras personas tanto estímulo como ellas me dan a mí. ¿Cómo puede demostrarte lo mucho que aprecio el don de amar a las personas que hay en mi vida?

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