jueves, 8 de mayo de 2014

EL BIEN ES ESTAR CERCA DE DIOS


En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel,
    con los puros de corazón!
 Yo estuve a punto de caer,
    y poco me faltó para que resbalara.
 Sentí envidia de los arrogantes,
    al ver la prosperidad de esos malvados.

 Ellos no tienen ningún problema;
    su cuerpo está fuerte y saludable.
 Libres están de los afanes de todos;
    no les afectan los infortunios humanos.
 Por eso lucen su orgullo como un collar,
    y hacen gala de su violencia.
 ¡Están que revientan de malicia,
    y hasta se les ven sus malas intenciones!
 Son burlones, hablan con doblez,
    y arrogantes oprimen y amenazan.
 Con la boca increpan al cielo,
    con la lengua dominan la tierra.
 Por eso la gente acude a ellos
    y cree todo lo que afirman.
 Hasta dicen: «¿Cómo puede Dios saberlo?
    ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?»

 Así son los impíos;
    sin afanarse, aumentan sus riquezas.

 En verdad, ¿de qué me sirve
    mantener mi corazón limpio
    y mis manos lavadas en la inocencia,
 si todo el día me golpean
    y de mañana me castigan?

 Si hubiera dicho: «Voy a hablar como ellos»,
    habría traicionado a tu linaje.
 Cuando traté de comprender todo esto,
    me resultó una carga insoportable,
 hasta que entré en el santuario de Dios;
    allí comprendí cuál será el destino de los malvados:
 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo,
    y los empujas a su propia destrucción.
 ¡En un instante serán destruidos,
    totalmente consumidos por el terror!
 Como quien despierta de un sueño,
    así, Señor, cuando tú te levantes,
    desecharás su falsa apariencia.

 Se me afligía el corazón
    y se me amargaba el ánimo
 por mi necedad e ignorancia.
    ¡Me porté contigo como una bestia!
 Pero yo siempre estoy contigo,
    pues tú me sostienes de la mano derecha.
 Me guías con tu consejo,
    y más tarde me acogerás en gloria.
 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti?
    Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.
 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu,
    pero Dios fortalece mi corazón;
    él es mi herencia eterna.

 Perecerán los que se alejen de ti;
    tú destruyes a los que te son infieles.
 Para mí el bien es estar cerca de Dios.
    He hecho del Señor Soberano mi refugio
    para contar todas sus obras.

Salmo 73

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