domingo, 4 de mayo de 2014

SIEMPRE HAY ESPERANZA



Uno de los placeres de la vida, que está al alcance tanto de los ricos como de los pobres, es la experiencia del constante cambio de las estaciones. ¡Cuán hermoso es el ritmo divino que tú has creado, Señor! Cada estación tiene su propia belleza sin igual: el brillante manto blanco de la nieve recién caída; los primeros azafranes, narcisos y tulipanes de la primavera; los largos días dorados del verano; los colores encendidos de los bosques de otoño.

Cualquiera que haya pasado un solo invierno en la mitad norte del continente tiene que estar impresionado por el milagro del nuevo nacimiento. ¿Cómo puede un ser vivo sobrevivir a un periodo de temperaturas bajo cero? Parece que todo está muerto. Pero, cada año, con la exactitud de un reloj, tú envías más sol y más calor, y tu mundo congelado brota de nuevo a la vida. “Echa su hielo como pedazos; ante su frío, ¿quién resistirá? Enviará su palabra y los derretirá; soplará su viento y fluirán las aguas” (Salmo 147:17,18).

Nos encanta la primavera, por muchas razones, Señor. Estamos encantados de salir de nuestros iglús y disfrutar otra vez del aire libre. Nos encanta la historia de la Pascua de nuestro Salvador resucitado. Y vemos promulgado en todo esto tu asombroso poder comunicarle vida a lo que parecía estar muerto. Siempre hay esperanza, después del invierno siempre viene la primavera, tú tienes siempre la última palabra, y esa palabra es vida.

¡Gracias, Señor!

No hay comentarios:

Publicar un comentario