Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 15 de mayo de 2014
GRACIAS SEÑOR, POR PERDONARME
A mí me agrada que sean indulgentes conmigo. Me encanta que mis amigos pasen por alto mi mal comportamiento. Me siento aliviado cuando mi jefe es comprensivo y me da un tiempo libre adicional. Sé que en ocasiones puede ser difícil vivir conmigo y agradezco que mi cónyuge no lleve un registro; pero agradezco mucho más cuando tú, oh Señor, decides no recriminarme mis muchos pecados.
Nunca dejaré de alabarte por tu evangelio. Si yo tuviera que ganar tu favor sobre la base de lo que hago, sería un extraño para ti por toda la eternidad. Tu Palabra le da a mi temeroso corazón la seguridad de que nuestra buena relación descansa en tu obra, en tu actitud y en tu decisión, no en mi: “Porque, como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que lo temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Salmo 103:11,12).
Señor, ¡acuérdate de lo que dijiste! El oriente, por definición, nunca se encuentra con el occidente. No permitas que la evidencia de mis pecados esté en algún lugar cerca de ti. Te ruego, Padre, que cuando pienses en mí, pienses primero en tu Hijo Jesús, que me mires siempre a través del lente de Cristo. Te doy gracias porque me has dado una justicia que yo nunca podría alcanzar ni pagar por mí mismo. Amo vivir en tu amor.
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