Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 5 de mayo de 2014
SEGURO EN TÍ, SEÑOR
Como tú sabes, Señor, nuestra cultura glorifica a la juventud; nadie celebra el paso del tiempo ni el proceso de envejecimiento. ¿Puedo decir, sin embargo, que tú haces que el envejecimiento sea más agradable? Cuanto mayor me hago, más veo que nunca estuve solo, que tú estuviste siempre ahí para cuidarme, listo para tomarme en tus brazos, para intervenir en el momento oportuno.
Tuve menos temor en esos días. Todavía, sólo puedo ver a pocos metros delante de mí, la niebla de la vida no se ha levantado mucho, pero he crecido en la certeza de que tú vas delante de mí y que siempre cuidarás mis pasos. Tú me revelarás lo que debo hacer cuando llegue el momento. Tú proveerás los recursos cuando yo los necesite. “Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria” (Salmo 73:23,24).
Me siento seguro en ti, Señor. Tú eres el único de quien puedo depender. Tu amor por mí es una roca fuerte. Tus designios nunca desfallecen. Tú me has dado a gustar la dificultad y la prosperidad y con ellos me has beneficiado.
Me consuela la certeza absoluta que me has dado de que por medio de tu Hijo, Jesús, por su vida de obediencia, su muerte inocente y su maravillosa resurrección, mi vida ya es victoriosa. He sido perdonado por causa de Jesús. Por la obra de Jesús soy inmortal. Yo sé que tú me llevarás a la gloria. Yo Creo.
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