Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 14 de mayo de 2014
PARECE QUE NO PUEDO CONTROLAR MI LENGUA
¿Por qué lo hago? Señor, estoy muy apesadumbrado por lo que dije. Desearía poner de nuevo esas palabras detrás de mis dientes y tragarlas como si nunca las hubiera dicho, pero ya las dije. ¿Por qué es mi lengua tan suelta? ¿Por qué digo mentiras, si sé que debo decir la verdad? ¿Por qué propago chismes tan fácilmente, si sé que debo contribuir a la edificación de las otras personas? ¿Por qué muchas veces parece que estoy amargado, si sé que tú me has bendecido tan abundantemente? ¿Por qué mi enojo ha lastimado a tantas personas, en especial a las de mi familia?
¡Necesito ayuda! “Pon guarda a mi boca, Señor; guarda la puerta de mis labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, para hacer obras impías” (Salmo 141:3,4). Sé que la culpa no es literalmente de mi lengua; la lengua es sólo un músculo húmedo que es controlado, movido por mi cerebro. Lo que necesita un cambio son mis sentimientos y mis pensamientos.
Ayúdame a pensar dos veces antes de hablar una vez; ayúdame a elogiar dos veces antes de criticar; ayúdame a decir siempre la verdad y a confiar en que tú me bendices aunque la verdad me haga quedar mal. Ayúdame a tener presente en todo momento que soy hijo tuyo amado y privilegiado, que te represento en todo lo que hago. Que mis palabras, todas mis palabras, te honren.
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