COMPASIÓN

Marcos 1:40-41
"Un hombre que tenía lepra se le acercó, y de rodillas le suplicó:
—Si quieres, puedes limpiarme.
Si quieres, puedes limpiarme.
Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole:
—Sí quiero. ¡Queda limpio!"

La narración de Jesús sanando al leproso es significativa por al menos dos razones. En primer lugar, demuestra que Jesús ministró a los marginados y los que eran considerados impuros. En segundo lugar, de acuerdo con la ley mosaica, tocando a la persona "inmunda", Él mismo se contaminaba.

La actitud hacia la lepra de aquel entonces era casi similar a la del SIDA hoy en día, una mezcla de miedo, disgusto y desaprobación. La lepra se consideraba a menudo como un castigo por el pecado. En la sanación del leproso, Jesús fue movido a compasión por el sufrimiento causado por la enfermedad, tanto físico como socialmente. Físicamente, la lepra era considerada una enfermedad incurable. Socialmente, significaba la exclusión de la sociedad. La única opción que quedaba era de esperar una solución milagrosa a esta situación. Al sanar al leproso, Jesús mostró que su compasión y misericordia para la víctima reemplazaban las tradiciones ceremoniales.

Debido al ejemplo de Jesús, a lo largo de los siglos, muchos han sido pioneros en la misión de amor, la misericordia y la curación de los leprosos cuando todos los otros las rechazaron. ¿Qué pasa con nosotros hoy? ¿Vamos a mostrar la misma compasión de los que sufren el SIDA u otras enfermedades que han provocado que sean rechazados por la comunidad?

Jesús tuvo compasión y se acercó a los que eran los marginados de la comunidad. La iglesia está llamada a hacer lo mismo.

Oración: Señor, abre nuestros ojos a la difícil situación de los marginados en nuestra comunidad para que podamos tener la compasión de Jesús para llegar a ellos.

¿Qué nos hace ciegos a las necesidades de aquellos que son marginados en nuestra comunidad?