Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
domingo, 24 de julio de 2016
DESESPERACIÓN
1 Samuel 22:17
"Y el rey dijo a los guardias que le asistían: Volveos y dad muerte a los sacerdotes del Señor, porque la mano de ellos también está con David, y porque sabían que él estaba huyendo y no me lo revelaron. Pero los siervos del rey no quisieron levantar la mano para atacar a los sacerdotes del Señor."
Las personas desesperadas son personas peligrosas. Ellos tienden a olvidar que Dios existe y tratan de salir de situaciones difíciles a su manera. En el proceso de hacer las cosas peligrosas no sólo ponen en peligro sus vidas, sino también la de los demás. Hoy vamos a ver las acciones de dos personas desesperadas: David y Saúl.
David estaba tan desesperado que le dijo un montón de mentiras a Ahimélec para protegerse a sí mismo (21:2,5,8). En su desesperación por conseguir comida y armas eligió pasar por alto el peligro que significaba para Ahimélec la presencia del siervo de Saúl, Doeg, y provocó muchas muertes (22:22). Después, recurrió a medidas más desesperadas: huyó con los filisteos,fingió demencia y pasó por una infinidad de peligros y humillaciones. Pero David, una vez que confió en Dios por completo, finalmente entró en razón. Volvió a Dios, hizo el bien y aceptó la responsabilidad de la matanza de Ahimelec y su familia (22: 1-4, 22-23).
Saul, sin embargo, no se apartó de sus caminos desesperados. Hizo acusaciones salvajes y desesperadas con tal de encontrar un chivo expiatorio para culpar de la huida de David. Ahimélec era inocente porque era David quien lo engañó. Pero el infame Doeg hacía parecer lo contrario. Desesperado por eliminar todos los partidarios de David, Saúl se volvió un loco asesino que resultó en la matanza de los inocentes sacerdotes de la ciudad de Nob (vs 17-19). ¡La gente desesperada es peligrosa!
Nos desesperamos por lo general cuando pensamos que estamos perdiendo el control de nuestras vidas. Eso no pasaría, si en el primer lugar, hubiéramos entregado el control de nuestras vidas a Dios. Oremos para que día a día nos entreguemos cada vez más a Dios. No caigamos en la trampa de la desesperación.
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