martes, 4 de abril de 2017

¿CORAZÓN DE PIEDRA?

 

Ezequiel 3:7
"Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón."


¿No hay excepciones? No, ninguna. Toda la raza humana sin excepción tiende a hacer el mal y tener el corazón endurecido. Antes de mi conversión, podía pecar y no sentir nada, oír de mi culpa y aún así permanecer inmóvil, e incluso confesar mi iniquidad y no manifestar ninguna humillación interior a causa de ello. 


¡Ay! Desde el día de mi nuevo nacimiento, a veces he dudado de mi Señor en su rostro, murmurado en su presencia, adorado ante Él de una manera descuidada, y a veces he vuelto ha caer en pecados de los que Dios ya me había liberado. Si mi frente no fuera tan inflexible, más dura que el pedernal, tendría mucho más santo temor y una profunda contrición de espíritu. ¡Ay de mí! Yo soy de la imprudente casa de Israel. 

La acusación en el versículo de hoy es de dureza, y no me atrevo a declararme inocente aquí. Una vez que no tuve nada más que un corazón de piedra, y aunque por la gracia ahora tengo un corazón nuevo y carnoso, gran parte de mi antigua obstinación permanece. No estoy afectado por la muerte de Jesús como debe ser. Ni la ruina de mis semejantes, ni la maldad de los tiempos, ni el castigo de mi Padre celestial, ni mis propios fracasos, como debiera ser, no me conmueven. 

Por eso hoy, pido a Dios porque me quite este corazón de piedra. Bendito sea el nombre del Señor, la enfermedad no es incurable, la preciosa sangre del Salvador es el solvente universal, y yo, incluso yo, puedo ser rescatado, si decido confiar en Él y decidir salir de donde estoy. ¡Oh mi Dios, rescátame!

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