miércoles, 5 de abril de 2017

EN EL DÍA MALO

 


Jeremías 17:17
"No me seas tú por espanto, pues mi refugio eres tú en el día malo."


La trayectoria del cristiano no es siempre brillante. Tiene sus estaciones de oscuridad y de tormenta. Ciertamente, está escrito en la Palabra de Dios: "Sus caminos son caminos agradables, y todos sus caminos son paz". Pero la experiencia nos dice que si el curso de los justos es "Como la luz brillante que brilla cada vez más hasta el día perfecto", sin embargo, a veces esa luz es eclipsada. En ciertas épocas las nubes cubren el sol del creyente, y él camina en oscuridad y no ve ninguna luz. 


Hay muchos que se han regocijado en la presencia de Dios por un tiempo. Se han tomado el sol en las primeras etapas de su carrera cristiana. Han caminado a lo largo de los "pastos verdes", al lado de las "aguas tranquilas", pero de repente encuentran que el cielo glorioso está nublado. En vez de la tierra de Goshen tienen que pisar el desierto arenoso. En lugar de las aguas dulces, encuentran corrientes turbulentas, amargas a su gusto. 

El mejor de los santos de Dios debe beber el ajenjo. El más querido de sus hijos debe llevar la cruz. Ningún cristiano ha gozado de prosperidad perpetua. Ningún creyente puede mantener siempre su arpa de los sauces. Tal vez el Señor le asignó al principio un camino suave y despejado, porque era débil y tímido. Él templó el viento, pero ahora que eres más fuerte en la vida espiritual, debes entrar en la experiencia más madura y áspera de los hijos de Dios. 

Necesitamos vientos y tempestades para ejercer nuestra fe, para arrancar la rama podrida de la auto-dependencia y para arraigarnos más firmemente en Cristo. Los días malos nos revelan el valor de nuestra gloriosa esperanza, afirman nuestra fe y en quién confiamos.

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