Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
lunes, 18 de junio de 2018
ESPERANDO LA ADOPCIÓN
Romanos 8:23
"...y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo."
Este gemido es universal entre los santos: en mayor o menor medida todos lo sentimos. No es el gemido de la murmuración o la queja: es más bien la nota del deseo que de la angustia. Habiendo recibido una invitación, deseamos toda nuestra porción; estamos suspirando de que todo nuestro valor, en su trinidad de espíritu, alma y cuerpo, pueda ser liberada del último vestigio de la caída; anhelamos postergar la corrupción, la debilidad y el deshonor, y envolvernos en la incorrupción, en la inmortalidad, en la gloria, en el cuerpo espiritual que el Señor Jesús otorgará a su pueblo. Anhelamos la manifestación de nuestra adopción como hijos de Dios.
No es el gemido del hipócrita, por el cual haría creer a los hombres que Él es un santo porque los demás son miserables. Nuestros suspiros son cosas sagradas, demasiado sagradas para que podamos contarlas en el 'extranjero'. Mantenemos nuestros anhelos solo a nuestro Señor. Entonces el apóstol dice que estamos "esperando", no quejándonos o suspirarando por el final de la vida porque estamos cansados del trabajo, ni porque deseamos escapar de nuestros sufrimientos presentes hasta que la voluntad del Señor haya terminado.
Debemos gemir para glorificarnos, pero debemos esperar pacientemente por ello, sabiendo que lo que el Señor diseña es lo mejor. Esperar implica estar listo. Debemos pararnos en la puerta esperando que el Amado la abra y nos lleve consigo. Este "gemido" es una prueba.
Algunos hombres gimen en pos de la riqueza: adoran a mamón; algunos gimen continuamente bajo los problemas de la vida; simplemente son impacientes; pero el hombre que suspira y gime por Dios, que está intranquilo hasta que se parezca a Cristo, ese es el hombre bendito.
¡Que Dios nos ayude a gemir por la venida del Señor y la resurrección que nos traerá!
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