Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 30 de junio de 2018
LIDIA
Hechos 16;14
"Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía."
En la conversión de Lidia hay muchos puntos de interés. Fue provocado por circunstancias providenciales. Ella era vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, pero justo en el momento que escuchó a Pablo la encontramos en Filipos; la providencia, que es la esclava de la gracia, la condujo al lugar correcto. De nuevo, la gracia estaba preparando su alma para la bendición, la gracia preparándola para la gracia.
Ella no conocía al Salvador, pero como judía, ella conocía muchas verdades que eran excelentes escalones para el conocimiento de Jesús. Su conversión tuvo lugar en el uso de los medios. En sábado, ella iba cuando la oración solía hacerse, y allí ella escuchaba de Dios. Nunca descuides los medios de la gracia; Dios puede bendecirnos cuando no estamos en su casa, pero tenemos una mayor razón para esperar que Él lo haga cuando estamos en comunión con sus santos. Observa las palabras: "Cuyo corazón abrió el Señor". Ella no abrió su propio corazón. Sus oraciones no lo hicieron; Pablo no lo hizo. El Señor mismo debe abrir el corazón para recibir las cosas que contribuyen a nuestra paz. Solo Él puede poner la llave en el agujero de la puerta, abrirla y ser admitido. Él es el maestro del corazón, ya que Él es el creador del corazón.
La primera evidencia externa del corazón abierto fue la obediencia. Tan pronto como Lidia creyó en Jesús, ella fue bautizada. Es una dulce señal de un corazón humilde y roto, cuando el hijo de Dios está dispuesto a obedecer un mandamiento que no es esencial para su salvación, que no le es impuesto por un temor egoísta de condenación, sino que es un simple acto de obediencia y comunión con su Maestro. La siguiente evidencia fue el amor, manifestándose en actos de agradecida amabilidad hacia los apóstoles. El amor a los santos ha sido alguna vez una marca del verdadero converso.
Aquellos que no hacen nada por Cristo o su iglesia, dan una triste evidencia de un corazón abierto. Señor, siempre dame un corazón abierto, en el nombre de Jesús, amén.
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