martes, 14 de enero de 2014

MI SALVADOR ESTÁ VIVO



Padre, a veces parece como si en realidad el enemigo estuviera ganando después de todo. Los cristianos son perseguidos, abusan de los niños, nuestras calles no son seguras, las personas buenas pierden sus empleos y las familias se separan. Los gobiernos colapsan, las guerras se propagan y consumen grandes cantidades de sangre y dinero. La muerte no deja de robar a mis amigos y a mis seres queridos de uno en uno.

Pero la Pascua ocurrió. Ni el mismo 'poderoso' príncipe del infierno puede cambiar la historia. Tu Hijo vivió una vida santa y me permite reclamarla como mía; tu Hijo padeció una muerte horrible y sufrió el infierno por mí, para que yo no tuviera que sufrirlo. Tu Hijo resucitó de su tumba y cambió todo, para darme la seguridad de mi perdón y de mi inmortalidad.

Tus palabras han venido a ser mías: “Se alegró por tanto mi corazón y se gozó mi alma; mi carne también descansará confiadamente, porque no dejarás mi alma en el seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:9-11 y Hechos 2:25-28).

Puedo superar cualquier dificultad cuando sé que, de todas maneras, al final voy a ganar. La tumba no pudo retener a mi Salvador. Él es el primer cumplimiento de la gran Pascua que ha de venir; 
¡Él vive y nunca morirá, y tampoco yo moriré si vivo por Él! ¡Amén!

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