sábado, 11 de junio de 2016

LA FAMILIA, PRIMER MINISTERIO



1 Timoteo 5:8
"Pero si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo."


Un temor común entre muchos padres es que una vez que sus hijos se conviertan al cristianismo, dejarían de ser apegados a ellos y no cuidarían de ellos en su vejez. Es como perder a un hijo o hija en la iglesia. Este miedo surge de los numerosos malos ejemplos que han visto o escuchado de sus amigos que han "perdido" a sus hijos en la iglesia. Sin embargo, la verdad es que llegar a ser cristiano debe hacer a alguien un mejor hijo o hija que antes de su conversión.

No hay lugar para el individualismo en la familia de Dios. Los que viven egoístamente calumnian el nombre de Dios. Se nos exhorta a cuidar de los demás especialmente a nuestros propios parientes (v 8). Esto está completamente en sintonía con nuestros valores tradicionales de cuidado de nuestros miembros de la familia y los necesitados en medio de nosotros.

Amar a los demás prácticamente no significa simplemente entregar dádivas indiscriminadamente porque eso va a fomentar la indolencia y va a causar más daño en el largo plazo. Ayudamos a los que realmente lo necesitan,  animamos al resto a trabajar para apoyar no sólo a ellos sino también a otros. Esto asegurará de que las relaciones familiares funcionen sin problemas, sin que los miembros de la familia tengan resentimiento en contra de la iglesia y el Nombre de Cristo se mantiene. La pureza y el respeto de unos a otros en las relaciones son muy importantes para este fin.

Oramos para que podamos tratar a los demás, nuestros familiares y amigos, con amor y respeto para que sea honrado el nombre de Cristo.

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