jueves, 26 de enero de 2017

EL HIJO DEL HOMBRE



Juan 3:13
"Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo."


¡Cuán constantemente nuestro Maestro usó el título el "Hijo del hombre!" Si hubiera escogido, siempre habría hablado de sí mismo como el Hijo de Dios, el Padre Eterno, el Maravilloso, el Consejero, el Príncipe de Paz... ¡Pero he aquí la humildad de Jesús! Él prefiere llamarse el Hijo del Hombre. Aprendamos una lección de humildad de nuestro Salvador: Nunca cortejemos grandes títulos ni grados orgullos. 


Hay aquí, sin embargo, un pensamiento mucho más dulce. Jesús amaba tanto la virilidad, que se deleitaba en honrarla. Y puesto que es un gran honor y, en verdad, la mayor dignidad de la hombría, que Jesús es el Hijo del hombre, tiene costumbre de exhibir este nombre, que puede colgar las estrellas reales sobre el pecho de la virilidad, y mostrar El amor de Dios a la simiente de Abraham. Hijo del hombre, cuando dijo esa palabra, derramó un halo alrededor de la cabeza de los hijos de Adán. Sin embargo, tal vez haya un pensamiento aún más precioso: Jesucristo se llamó a sí mismo el Hijo del hombre para expresar su unidad y simpatía con su pueblo. Así nos recuerda que Él es a quien podemos acercarnos sin temor. Como hombre, podemos llevarle todas nuestras enfermedades y tribulaciones, porque las conoce por experiencia. Como Él mismo ha sufrido como el "Hijo del hombre", es capaz de socorrer y consolarnos. ¡Salve, bendito Jesús! En tanto que usas siempre el dulce nombre que reconoce que eres hermano y pariente cercano, es para nosotros un querido testigo de tu gracia, de tu humildad, de tu amor.

El Hijo del Hombre, que ahora está en el cielo, descendió una vez a la tierra para que nosotros pudiésemos vivir con Él por toda la eternidad. ¡A Él adoramos y alabamos! Bendito sea Jesucristo por siempre.

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