Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 19 de enero de 2017
UNA ORACIÓN DE JESÚS
Juan 17:24
"Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo."
"Padre, yo quiero que también ellos, a quienes me has dado, estén conmigo donde estoy". Cada vez que un creyente sube de esta tierra al paraíso, es una respuesta a la oración de Cristo.
Un buen y viejo comentario dice: "Muchas veces Jesús y su pueblo se aprietan unos a otros en oración, doblando la rodilla en oración y diciendo: 'Padre, quiero que tus santos estén conmigo donde yo estoy, acá en la tierra, sánalos y no te los lleves'".
Cristo dice: 'Padre, yo quiero que también ellos, a los que me has dado, estén conmigo donde yo estoy' ". Así, hay un conflicto de intereses. El alma no puede estar en ambos lugares: el amado no puede estar con Cristo y contigo también. Si el Rey saliera de su trono y dijera: "Aquí hay dos suplicantes orando en oposición el uno al otro, ¿cuál será contestada?" ¡Oh! Estoy seguro de que, aunque fuera con mucha tristeza, dirías: "Jesús, no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Renunciarías a tu oración por la vida de tu ser querido, si pudieras comprender los pensamientos de que Cristo está orando en la dirección opuesta: "Padre, yo quiero que también ellos, a quienes me has dado, estén conmigo donde estoy." Entonces podrías decir: "Señor, tú los tendrás. Por fe los dejamos ir.". Es cierto que Dios puede sanar, puede restaurar... pero tarde o temprano todos partiremos de este mundo. Hay momentos donde hay que dejar ir... sabiendo que nuestros seres queridos van a un lugar mejor.
Que cada día podamos entender estas verdades y que nuestra oración sea: "Que se haga tu voluntad Señor, y no la mía". Así sea.
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