Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
martes, 17 de enero de 2017
LO QUE SÓLO DIOS PUEDE HACER
Job 38:31
"¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,
O desatarás las ligaduras de Orión?"
Si nos inclinamos a jactarnos de nuestras capacidades, la grandeza de la naturaleza pronto puede mostrarnos lo insignificantes que somos. No podemos mover la menor de todas las estrellas centelleantes, o apagar tan sólo uno de los rayos de la mañana. Hablamos de poder, pero los cielos nos muestran nuestra realidad. Cuando las Pléyades brillan en primavera con alegría vernal, no podemos contener sus influencias, y cuando Orión reina en lo alto, y el año está atado en las cadenas del invierno, no podemos relajar las bandas heladas. Las estaciones giran de acuerdo con la designación divina, y tampoco puede toda la raza de los hombres efectuar un cambio en ella. Señor, ¿qué es el hombre?
En lo espiritual, así como en el mundo natural, el poder del hombre está limitado en sus manos. Cuando el Espíritu Santo derrama sus delicias en el alma, nadie puede perturbarlo. Toda la astucia y malicia de los hombres son ineficaces para mantener el genial poder vivificante del Consolador. Cuando se digna visitar una iglesia y revivirla, los enemigos más inveterados no pueden resistirse a la buena obra. Pueden ridiculizarla, pero no pueden reprimirla más que lo que pueden empujar la primavera cuando las Pléyades gobiernan la hora. Dios lo quiere, y así debe ser. Por otra parte, si el Señor en la soberanía, o en la justicia, ata a un hombre para que esté en la esclavitud del alma, ¿quién puede darle la libertad? Él solo puede quitar el invierno de la muerte espiritual de un individuo o de un pueblo. Él pierde las bandas de Orión, y nadie más que Él. Qué bendición es que Él pueda hacerlo.
Oración: Señor, termina mi invierno, y deja que mi primavera comience. No puedo con todos mis anhelos levantar mi alma de su muerte y trastorno, pero todas las cosas son posibles contigo. Necesito las influencias celestiales, las claras muesetras de tu amor, los rayos de tu gracia, la luz de tu rostro; éstas son las Pléyades para mí. Padezco mucho del pecado y de la tentación. Estos son mis signos invernales, mi terrible Orión. Señor, hazme libre en verdad. En el nombre de Jesús, amén.
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