lunes, 29 de mayo de 2017

DEJARLE NUESTRAS CARGAS




Salmos 55:22
"Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará;
No dejará para siempre caído al justo."

 

La preocupación, aunque ejercida sobre objetos legítimos, si es llevada al exceso, tiene en sí la naturaleza del pecado. El precepto para evitar el cuidado ansioso es inculcado seriamente por nuestro Salvador, una y otra vez. Es reiterado por los apóstoles; la esencia misma del cuidado ansioso es la imaginación de que somos más sabios que Dios, y el empujarnos a su lugar para hacer lo que Él se ha comprometido a hacer por nosotros. 

Tratamos de pensar en lo que creemos que olvidará. Nos esforzamos por asumir nuestra pesada carga, como si Él no pudiera o no quisiera tomarla por nosotros. Ahora bien, esta desobediencia a su sencillo precepto, esta incredulidad en su Palabra, esta presunción de intrusión en su provincia, es toda pecaminosa. Sin embargo, más que esto, el cuidado ansioso a menudo conduce a actos de pecado. El que no puede dejar tranquilamente sus asuntos en la mano de Dios, sino que lleva su propia carga, es muy probable que se sienta tentado a usar medios erróneos para ayudarse a sí mismo. 

Este pecado conduce a abandonar a Dios como nuestro consejero, y recurrir a la sabiduría humana. Esto lleva a la "cisterna rota" en lugar de a la "fuente". Un pecado que fue impuesto contra Israel de la antigüedad. La ansiedad nos hace dudar de la bondad de Dios, y así nuestro amor por Él se enfría. Sentimos desconfianza y, por lo tanto, afligimos al Espíritu de Dios, porque dejamos que nuestras oraciones se vean obstaculizadas a través de nuestra vida de auto-búsqueda. Así, la falta de confianza en Dios nos lleva a alejarnos de Él. 

Pero si a través de la fe sencilla en su promesa, echamos cada carga sobre Él, y confiamos en Él porque se compromete a cuidar de nosotros, nos mantendrá cerca de Él, y nos fortalecerá contra la tentación. "Mantendrá en perfecta paz a aquel cuya mente permanece en Él, porque Él confía en Él".

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