lunes, 13 de marzo de 2017

UN SÓLO DESEO



Juan 12:21
"Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús."


Siempre el grito del mundano es: "¿Quién nos mostrará algún bien?" Busca la satisfacción en las comodidades, los placeres y las riquezas terrenales. Pero el pecador vivificado sólo conoce un bien. Jesucristo es nuestro mayor bien.


Cuando tenemos cincuenta deseos diferentes, nuestro corazón se asemeja a un lodo de agua estancada, extendido en un pantano, criando pestilencia. Pero cuando todos nuestros deseos son llevados a un canal, nuestro corazón se vuelve como un río de agua pura, corriendo rápidamente para fertilizar los campos. Bienaventurado el que tiene un deseo, si ese deseo es puesto en Cristo, aunque no se haya realizado todavía. Si Jesús es el deseo de un alma, es un signo bendito de la obra divina dentro. Tal hombre nunca se contentará con meras ordenanzas. Dirá: "Quiero a Cristo, tengo que tenerlo, las meras ordenanzas no me sirven, no quiero un cántaro, quiero inundarme de los ríos de agua viva.

¿Es esta tu condición, lector, en este momento? ¿Tienes un deseo, y ese deseo es Cristo? Entonces no estás lejos del reino de los cielos. ¿Tienes un deseo en tu corazón, y ese deseo es que seas lavado de todos tus pecados en la sangre de Jesús? ¿Podrías decir realmente: "Yo daría todo lo que tengo para ser cristiano, daría todo lo que tengo y espero, si pudiera sentir que tengo un interés en Cristo?" 

Entonces, a pesar de todos tus temores, goza de buen ánimo, el Señor te ama, y ​​pronto saldrás a la luz del día, y gozarás de la libertad con que Cristo libera a los hombres.

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