Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 29 de junio de 2017
ALABEMOS
Salmos 76:3
"Allí quebró las saetas del arco,
El escudo, la espada y las armas de guerra."
El grito glorioso de Nuestro Redentor de "Todo está cumplido", fue el golpe de la muerte de todos los adversarios de su pueblo, el rompimiento de "las flechas del arco, el escudo, la espada y la batalla". He aquí el héroe del Gólgota, usando su cruz como un yunque, y sus aflicciones como un martillo, lanzándose a acabar con un manojo de nuestros pecados, esas "flechas de arco" envenenadas.
¡Qué golpes gloriosos daban los romanos con un martillo mucho más pesado que el legendario de Thor! Amado, ningún pecado de un creyente puede ahora ser una flecha mortal para herirlo, ninguna condenación puede ahora ser una espada para matarlo, porque el castigo de nuestro pecado fue llevado por Cristo, una expiación completa fue hecha de todas nuestras iniquidades por nuestro Bendito Sustituto y Fiador. ¿Quién acusa ahora? ¿Quién condena? Cristo ha muerto, más bien, ha resucitado. Jesús ha vaciado las aljabas del infierno, ha apagado todos los dardos ardientes, y ha roto la cabeza de cada flecha de la ira.
El suelo está sembrado de astillas y reliquias de las armas de la guerra del infierno, que sólo nos son visibles para recordarnos nuestro peligro anterior y nuestra gran liberación. El pecado no tiene más dominio sobre nosotros. Jesús lo terminó y lo guardó para siempre. Las destrucciones han llegado a un fin perpetuo.
Hablemos hoy de todas las maravillas del Señor, nosotros que hacemos mención de su nombre, no callemos ni de día, ni cuando el sol se va a su descanso. ¡Bendice al Señor, oh alma mía!
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