Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
domingo, 11 de junio de 2017
DESIERTO EN PARAÍSO
Isaías 51:3
"Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto."
Un desierto sin oasis... seco, árido. ¡Qué vista más espantosa! ¡Que horrible! ¡Pero mira maravilla! De repente, levantándose de la abrasadora arena, veo una planta de renombre. Y a medida que le crecen brotes, el brote se expande - es una rosa, y a su lado un lirio dobla su cabeza modesta. ¡Milagro de milagros! Como la fragancia de esas flores se difunde en el desierto y se transforma en un campo fructífero, y todo alrededor florece en exceso, la gloria de Dios llega a nuestra vida y la transforma de desiertos a manantiales.
No lo llama Sahara, lo llama paraíso. No habla ya de él como el valle de la sombra de la muerte, porque donde los esqueletos están blanqueando al sol, he aquí se proclama una resurrección, y se resucita a los muertos, a un poderoso ejército, lleno de vida inmortal. Jesús es esa planta de renombre, y su presencia hace nuevas todas las cosas.
Tampoco la maravilla es menor en la salvación de cada individuo. Ahí me veo, querido lector, echado fuera, un niño sucio, contaminado con mi propia sangre, dejado para ser alimento para bestias de presa. Pero he aquí, he sido rescatado por una mano divina, y por causa de ella hemos sido compadecidos, perdonados, lavados y purificados de la contaminación. Hemos sido adoptados en la familia del cielo.
El amor está sobre tu frente, y el anillo de fidelidad está en tu mano. Ahora eres un príncipe para Dios, aunque una vez fuiste huérfano y echado fuera. Esto definitivamente hace que el corazón estéril cante de alegría. ¡Bendito salvador!
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