viernes, 16 de junio de 2017

LA BONDAD DE DIOS




Tito 3:4
"Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres."


¡Qué dulce es contemplar al Salvador que se comunica con su propio pueblo amado! No puede haber nada más delicioso que, por el Espíritu Divino, ser conducido a este fértil campo de deleite. 


Deja que la mente reflexione por un instante sobre la historia del amor del Redentor. Cuando meditamos sobre este asombroso amor y vemos al glorioso Padre de la Iglesia dotándola de toda su antigua riqueza, nuestras almas pueden desmayarse de gozo. ¿Quién es el que puede soportar tal peso de amor? Ese sentido parcial del que el Espíritu Santo a veces se complace en pagar, es más de lo que el alma puede contener. Cuando el alma tenga entendimiento para discernir todos los dones del Salvador, la sabiduría para estimarlos y el tiempo para meditar sobre ellos, entonces comulgaremos con Jesús de una manera más cercana que en el presente. 

¿Pero quién puede imaginar la dulzura de tal comunión? Debe ser una de las cosas que no han entrado en el corazón del hombre, sino que Dios ha preparado para los que le aman. ¡Oh, ver abrir la puerta de los graneros de José y ver la abundancia que nos ha guardado! Esto nos abrumará con amor. Por la fe vemos, como en un vaso oscuro, la imagen reflejada de sus tesoros ilimitados, pero cuando veamos realmente las cosas celestiales mismas, con nuestros propios ojos, ¡Cuán profunda será la corriente de compañerismo en que nuestra alma se bañará!  

Hasta entonces nuestros sonetos más fuertes serán reservados para nuestro amado benefactor, Jesucristo nuestro Señor, cuyo amor por nosotros es maravilloso. ¡Bendito sea nuestro bondadoso Señor!

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