Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 1 de junio de 2017
¿QUIÉN SOY YO?
2 Samuel 9:8
"Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?"
Si Mefi-boset se humillaba así con la bondad de David, ¿Cómoestaríamos en presencia de nuestro amado Señor? Cuanto más gracia tenemos, menos pensaremos en nosotros mismos, porque la gracia, como la luz, revela nuestra impureza.
Los santos eminentes apenas han sabido a qué compararse, su sentido de la indignidad ha sido tan claro y agudo. "Yo soy", decía Ernest Rutherford, "una rama seca y marchita, un pedazo de cadáver muerto, huesos secos, e incapaz de pisar una paja". Los objetos más mezquinos de la naturaleza parecen tener una preferencia por encima de sí mismos, porque nunca han contraído pecado: un perro puede ser codicioso, feroz, o sucio, pero no tiene conciencia de violar, ni el Espíritu Santo para resistir.
Un perro puede ser un animal sin valor, y sin embargo por un poco de bondad pronto es capaz de idolatrar a su amo, y es fiel hasta la muerte. Pero olvidamos la bondad del Señor, y no seguimos su llamado. El término "perro muerto" es el más expresivo de todos los términos de desprecio, pero no es demasiado fuerte para expresar el aborrecimiento de los creyentes instruidos.
En el mejor de los casos, no somos más que arcilla, polvo animado, meros montes andantes. Pero vistos como pecadores, somos monstruos de hecho. Que se publique en el cielo como una maravilla, que el Señor Jesús quizo amarnos a pesar de nuestros delitos y pecados. ¡No seamos mal agradecidos! Demos nuestro amor, nuestro tiempo, nuestro servicio al omnipotente Dios.
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