Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
miércoles, 28 de junio de 2017
NOS AMÓ PRIMERO
1 Juan 4:19
"Nosotros le amamos a Él, porque él nos amó primero."
No hay luz en el planeta sino la que procede del sol. Y no hay verdadero amor a Jesús en el corazón sino lo que viene del Señor Jesús mismo. De esta fuente desbordante del amor infinito de Dios, todo nuestro amor a Dios debe brotar. Esto debe ser siempre una verdad grande y cierta, que no lo amamos por otra razón que porque Él nos amó primero.
Nuestro amor a Él es el justo descendiente de su amor para con nosotros. La admiración fría, al estudiar las obras de Dios, cualquiera puede tener, pero el calor del amor sólo puede ser encendido en el corazón por el Espíritu de Dios. ¡Cuán maravilloso es que, cuando nos rebelamos contra Dios, Él, con una exhibición de tan asombroso amor, nos traiga de vuelta. ¡No! Nunca debiéramos tener un grano de amor hacia Dios a menos que haya sido sembrado en nosotros por la dulce semilla de su amor para nosotros. El amor, pues, tiene por padre el amor de Dios derramado en el corazón; pero después de haber nacido divinamente, debe ser divinamente alimentado.
El amor no es una planta que florece naturalmente en el suelo humano, debe ser regada desde arriba. El amor a Jesús es una flor de naturaleza delicada, y si no recibe alimento sino lo que podía extraerse de la roca de nuestros corazones, pronto se marchitaría. Como el amor viene del cielo, así debe alimentarse del pan celestial. No puede existir en el desierto a menos que sea alimentado por el maná desde lo alto. El amor debe alimentarse del amor. La misma alma y vida de nuestro amor a Dios es su amor a nosotros.
Dejémonos amar por Dios, y luego, derramemos de ese mismo amor en forma de intimidad con Él, servicio y buen testimonio. Así sea.
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