Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
sábado, 17 de junio de 2017
GLORIOSO
1 Timoteo 3:16
"E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne,
Justificado en el Espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo,
Recibido arriba en gloria."
Hemos visto a nuestro bien amado Señor en los días de su carne, humillado y dolorido. Porque Él fue "despreciado y desechado por los hombres, varón de dolores y familiarizado con el dolor". Aquel cuyo resplandor es como la mañana, llevaba el saco de dolor como su vestido diario: la vergüenza era su manto, y el reproche era su vestidura.
Pero ahora, en cuanto ha triunfado sobre todos los poderes de las tinieblas sobre el árbol ensangrentado, nuestra fe contempla a nuestro Rey que regresa con las ropas teñidas de Edom, vestido con el esplendor de la victoria. ¡Cuán glorioso debe haber sido a los ojos de los serafines, cuando una nube lo ocultó de la vista de los mortales, y subió al cielo! Ahora lleva la gloria que tuvo con Dios cuando la tierra no existís, y otra gloria por haber ganado en la lucha contra el pecado, la muerte y el infierno. Como vencedor lleva la ilustre corona.
¡Escucha las canciones celestiales! Es un canto nuevo y dulce: "Digno es el Cordero que fue inmolado, porque nos ha redimido a Dios por su sangre". Lleva la gloria de un Intercesor que nunca puede fallar, de un Príncipe que no puede ser derrotado, de un Conquistador que ha vencido a todos los enemigos, de un Señor que tiene la fidelidad del corazón de todo sujeto. Jesús lleva toda la gloria que la pompa del cielo puede otorgarle, que diez mil veces diez mil ángeles pueden ministrarle.
Nosotros no podemos ni con toda la imaginación posible concebir su grandeza excedente. Pero habrá otra revelación cuando descenderá del cielo en gran poder, con todos los santos ángeles: "Entonces se sentará en el trono de su gloria". ¡Oh, el esplendor de esa gloria! Para arrebatar el corazón de su pueblo. Tampoco esto es el cierre, porque en la eternidad sonará su alabanza, "Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos".
Hermano, si quisieras gozar en la gloria de Cristo en el más allá, Él debe ser glorioso y glorificado en tu vida ahora. ¿Es así?
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