Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
viernes, 9 de junio de 2017
SANADOR
Salmos 103:3
"El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;"
Algo cierto en esta vida es que todos estamos (en mayor o menor nivel), sufriendo bajo la enfermedad del pecado. ¡Qué consuelo saber que tenemos un gran Médico que es capaz y está dispuesto a sanarnos! Pensemos en Él un rato este día.
Su forma de actuar es impecable. Sus curas son radicales: Ataca la raíz de la enfermedad, y por lo tanto, sus curas son seguras y ciertas. Nunca falla, y la enfermedad nunca vuelve. No hay recaída donde Cristo ha sanado. No teme que sus pacientes sean meramente remendados por un tiempo, Él hace nuevos hombres de ellos: también les da un corazón nuevo, y pone un espíritu justo en ellos. Él es bien experto en todas las enfermedades. Los médicos suelen tener alguna especialidad. Aunque conozcan un poco acerca de casi todos nuestros dolores y enfermedades, usualmente hay una enfermedad que han estudiado por encima de todos los demás. Pero Jesucristo conoce completamente la naturaleza humana. Está relacionado directamente con cualquier persona, y nunca se encontró con un caso extravagante que le era difícil.
Cualquiera que sea nuestra enfermedad espiritual, debemos dirigirnos inmediatamente a este Divino Médico. No hay quebrantamiento de corazón que Jesús no pueda resistir. "Su sangre limpia de todo pecado." Sólo tenemos que pensar en las personas que han sido liberadas de toda clase de enfermedades por el poder y la virtud de su toque, y nos pondremos alegremente en sus manos.
Nosotros confiamos en Él, y el pecado muere. Nosotros lo amamos, y la gracia vive. Lo esperamos y la gracia se fortalece. Lo vemos como es, y la gracia es perfecta para siempre. Bendito nuestro Sanador.
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