jueves, 2 de noviembre de 2017

DEPENDE DE ÉL, NO DE MI



Génesis 9:15
"Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne."


Nota la forma de la promesa. Dios no dice: "Y cuando mirares el arco, y se acuerden de mi pacto, entonces no destruiré la tierra", sino que es gloriosamente puesto, no en nuestra memoria, que es voluble y frágil, sino en la memoria de Dios, que es infinita e inmutable. "El arco estará en las nubes, y lo miraré, para que me acuerde del pacto eterno". ¡Oh! no es mi recordatorio a Dios, es Dios que me recuerda, que es el fundamento de mi seguridad; no es por mi posesión de su pacto, sino por su pacto que se apodera de mí. ¡Gloria a Dios! la totalidad de los baluartes de la salvación están asegurados por el poder divino, e incluso las cosas menores, que podemos imaginar que podrían haberse dejado al hombre, están custodiadas por la fuerza todopoderosa. 


Ni siquiera el recuerdo del pacto se deja en nuestros recuerdos, porque podemos olvidarlo, pero nuestro Señor no puede olvidar a los santos que ha grabado en las palmas de sus manos. Está con nosotros como con Israel en Egipto; la sangre estaba sobre el dintel y los dos postes laterales, pero el Señor no dijo: "Cuando veas la sangre pasaré sobre ti", sino "Cuando vea la sangre pasaré sobre ti". Mi mirada hacia Jesús me trae alegría y paz, pero es la mirada de Dios hacia Jesús la que asegura mi salvación y la de todos sus escogidos, ya que es imposible que nuestro Dios vea a Cristo, nuestro sangrante Cautivo, y luego se enoje con por los pecados ya castigados en Él. 

No, no nos queda ni siquiera ser salvos recordando el pacto.No es del hombre, ni por el hombre, sino sólo por el Señor. Debemos recordar el pacto, y lo haremos, por la gracia divina; pero la bisagra de nuestra seguridad no cuelga allí - es Dios que nos recuerda-, y por lo tanto el pacto es un pacto eterno y nadie ni nada lo puede romper. ¡Aleluya!

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