miércoles, 22 de noviembre de 2017

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Efesios 3:17
"Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor..."


Tener a Cristo siempre cerca, no hay deseo más grande y más satisfactorio que éste. Pero para tener a Jesús siempre cerca, el corazón debe estar lleno de Él, brotar con su amor, incluso en medio de las dificultades. De ahí que el apóstol haya escrito "para que Cristo habite en vuestros corazones". "Para que pueda morar". No es que Él pueda ser invitado a veces, como un visitante casual entra en una casa y se detiene por una noche, pero no puede morar; el deseo del apóstol y el mío para tu vida es que Jesús se convierta en el Señor y el Inquilino de tu ser más íntimo, y que nunca más vaya a salir.



Observa las palabras: "Que Él pueda morar en tu corazón", esa mejor habitación de la casa. No en tus pensamientos solamente, sino en tus afectos; no solo en las meditaciones de la mente, sino en las emociones del corazón. Debemos buscar su compañía en todo momento, no un amor que flamea y luego muere en la oscuridad de unas pocas brasas, sino una llama constante, alimentada por el combustible sagrado, como el fuego sobre el altar que nunca se debía apagar. Esto no se puede lograr excepto por la fe. 


La fe debe ser fuerte, o el amor no será ferviente; la raíz de la flor debe ser saludable, o no podemos esperar que el fruto sea dulce. La fe es la raíz del lirio y el amor es la flor del lirio. Ahora, lector, Jesús no puede estar en el amor de tu corazón a menos que tengas un control firme de Él por la fe de tu corazón; y, por lo tanto, ora para que siempre confíes en Cristo a fin de que siempre lo ames. 

Si no sientes que Él mora contigo, revisa tu fe, tus motivos y tus decisiones.

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