Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
jueves, 16 de noviembre de 2017
EL MURO DE LA CIUDAD SANTA
Nehemías 3:8
"Junto a ellos restauró Uziel hijo de Harhaía, de los plateros; junto al cual restauró también Hananías, hijo de un perfumero. Así dejaron reparada a Jerusalén hasta el muro ancho."
Las ciudades bien fortificadas tienen muros anchos, y también Jerusalén en su gloria. La Nueva Jerusalén debe, de igual manera, estar rodeada y preservada por una amplia pared de no conformidad con el mundo, y la separación de sus costumbres y espíritu. La tendencia de estos días es derribar la barrera santa, y no hacer la distinción entre la iglesia y el mundo meramente nominal. Los profesores ya no son estrictos y puritanos, la literatura cuestionable se lee en todas las manos, los pasatiempos frívolos son actualmente consentidos, y una parsimonia general amenaza con privar al pueblo peculiar del Señor de esas singularidades sagradas que los separan de los pecadores.
Será un día malo para la iglesia y el mundo cuando la amalgama propuesta sea completa, y los hijos de Dios y las hijas de los hombres sean como uno: entonces se introducirá otro diluvio de ira. Tu objetivo en el corazón, en la palabra, en el vestir, en la acción es mantener la pared ancha, recordando que la amistad de este mundo es enemistad contra Dios.
La amplia muralla ofrecía un lugar agradable para los habitantes de Jerusalén, de donde podían dominar las perspectivas de la región circundante. Esto nos recuerda los amplísimos mandamientos del Señor, en los cuales caminamos en libertad en comunión con Jesús, mirando las escenas de la tierra y mirando hacia las glorias del cielo. Separados del mundo, y negándonos toda impiedad y deseos carnales, no estamos, sin embargo, en prisión, ni restringidos en estrechos límites; no, andamos en libertad, porque guardamos sus preceptos.
Ven, lector, esta tarde camina con Dios en sus estatutos. Como un amigo se encontró con otro en la muralla de la ciudad, así que conoce a tu Dios en el camino de la oración y la meditación. Los baluartes de la salvación tienes derecho a atravesar, porque eres un hombre libre del linaje real, ciudadano de la metrópoli del universo.
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