viernes, 24 de noviembre de 2017

REPARAR EL MAL HECHO



Éxodo 22:6
"Cuando se prendiere fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado."


Pero, ¿qué restitución puede hacer que se haga recuperar exactamente lo dañado? Ciertamente en una ofensa o un delito, el resultado es irrecuperable. Ahora pongámonos del lado del agresor, puesto que todos hemos ofendido a Dios. Puede ser útil para nosotros reflejar cuán lejos pudimos haber sido culpables en el pasado, y preguntar si, incluso en el presente, no puede haber maldad en nosotros que tienda a dañar las almas de nuestros parientes, amigos o vecinos...



El fuego de la lucha es un mal terrible cuando estalla en una iglesia cristiana. Donde los conversos se multiplicaron, y Dios fue glorificado, los celos y la envidia hacen el trabajo del demonio de manera más efectiva. Donde se alojaba el grano de oro, para recompensar el trabajo del gran Booz, entra el fuego de la enemistad y deja poco más que humo y un montón de negrura. ¡Ay de aquellos por quienes vienen las ofensas! Que nunca sea por nosotros, porque aunque no podemos hacer la restitución, ciertamente seremos los principales afectados si somos los principales ofensores. 


Aquellos que alimentan el fuego merecen una censura, pero el que primero lo enciende es el más culpable. La discordia usualmente toma primero asimiento sobre las espinas; se nutre entre los hipócritas y los profesores de base en la iglesia, y va entre los justos, soplados por los vientos del infierno, y nadie sabe dónde puede terminar. 

Oh Señor y dador de paz, haznos constructores de paz, y nunca nos permitas ayudar e instigar a los hombres de contienda, o incluso causar involuntariamente la menor división entre tu pueblo. En el nombre de Jesús, amén.

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