Pues por medio de Él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Ro 8:2
domingo, 12 de noviembre de 2017
NECESITAMOS DE SU GRACIA
Marcos 15:23
"Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó."
Una verdad dorada se expresa en el hecho de que el Salvador puso la copa de vino mirrada en sus labios. En las alturas del cielo, el Hijo de Dios se paró, y al mirar hacia abajo en nuestro globo, midió el largo descenso hasta las profundidades de la miseria humana; arrojó la suma total de todas las agonías que la expiación requeriría y vino a vencer.
Él determinó solemnemente que para ofrecer un sacrificio expiatorio suficiente debía recorrer todo el camino, desde lo más alto hasta lo más bajo, desde el trono de gloria más alta hasta la cruz de mayor aflicción. Esta copa mirrada, con su soporífica influencia, lo habría mantenido dentro de un poco del límite máximo de la agonía, por lo que la rechazó. Él no se quedaría corto de todo lo que se había comprometido a sufrir por su pueblo. ¡Ah, cuántos de nosotros quisiéramos escapar un momento a nuestros sufrimientos! Lector, ¿nunca oraste por una descarga de duro servicio o sufrimiento con una ansiedad petulante y voluntariosa?
¿En esos momentos difíciles podrías haber apartado la tentación y haber dicho: "Hágase tu voluntad"? Oh, es dulce poder decir: "Señor, si por otras razones no necesito sufrir, no me hagas sufrir por algo que merezco". Cuánto más vale ese sacrificio de Jesús que sufrió por lo que no merecía. Necesitamos tanta gracia para cubrir nuestros pecados. Gran gracia es necesaria, pero gran gracia es proporcionada. ¡Bendito sea Jesús!
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